jueves, 30 de diciembre de 2010

Lo que tú tenías era ansiedad...

Es curioso, dados mis antecedentes, la claridad con la que hoy le recuerdo.Nunca había vuelto a recordarle. Me miro al espejo y le recuerdo. Y todo lo que le acompañaba.
A mi me costaba respirar y lloraba. Me senté en un banco de la plaza despaldas a la iglesia y no me abroché el abrigo cuando lo hice porque estaba demasiado ocupada recuperando el aliento. Yo lloraba, o al menos eso le hubiese dicho a un confidente de haberlo tenido, por un hombre o por muchos hombres. En realidad lo que pasaba es que esa tarde lloraba porque era una victima de mi misma.

Mi cara debía ser como la mejor canción de David Bowie, osea, un desastre. Pero esa tarde yo no escuchaba rock ni pop ni siquiera soul o jazz. "Stay little valentine", eso recuerdo, como entrar en el penúltimo concierto de Chet Baker, porque el último, dijo, lo verás conmigo. Al parecer hace falta que me quede aquí y me asegure de que dejas todo esto.
"Todo esto" Eso es lo que yo recuerdo, que lo sabía todo. Cogió uno de mis cigarrillos del paquete que había dejado abierto sobre mis rodillas. Recuerdo lo que pensé justo antes de que él volviese a abrir la boca: "un hombre maldito" entonces él lo dijo, que yo no era tan maldita. Dijo que lo que tenía, lo que eres, dijo, es simplemente una egocéntrica. Tienes egocentrismo infantil. Pero tranquila, estoy tan seguro de que madurarás como de que mi reunión de hoy va a salir de vicio. Y escupió humo en forma de "o" que a mi me parecieron ceros.

"Sindicato de actores" leí en la pegatina de su abrigo. Y lo que recuerdo es que me abrochó el mio, como si esa fuese su única misión en el mundo. Yo quise preguntarle si serían ellos, los artistas, quienes salvarian el mundo. En realidad lo que estaba deseando preguntarle es si serian ellos, los artistas, los que me salvarían a mi, pero evidentemente no iba a preguntar eso habiéndome catalogado él hace menos de un minuto de niña egocéntrica.
No pregunté nada. Él tampoco. Pensé, en esos minutos de silencio en el poema de Bennedetti: lo que conoces es tan poco(...)son los postigos de mi tristeza, el llamador de mi tristeza" Luego dejé de recitarlo porque él empezó a hablar de cultura, de los actores a quienes representaba y un poco, pero apenas, de él mismo.
Hablaba, claro está, de su mundo. Yo quise mudarme y recuerdo que ya no lloraba. Hablaba de cosas como la hipocresía y las apariencias y esas palabras, dichas por otro, habrían sonado como las palabras de un tipo cansado, agotadísimo. Él las dijo con una sonrisa en la cara. Luego me acompañó hasta el portal de mi casa y se fue sin despedirse, girándose, eso sí, para decirme que "nos veríamos en el concierto"

No podemos ir a ningún concierto, pensé. Baker está muerto.
Nunca volví a verle

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