miércoles, 9 de febrero de 2011

Una historia de violencia

Dije gracias. Tenía la boca ensangrentada. Poco antes él me había dado un golpe seco en el cuello y ahora estaba arrodillada en el suelo. A veces solian ser así, los encuentros con mi ángel de la guarda, una pequeña historia de violencia. Otras, nuestras conversaciones se tornaban metafísicas y nuestra relación se asemejaba a la novela de David contra los trasgos. Él hacía las veces de mi doctora Van Halen particular que ha venido a cuidar de mi.
Dijo "no puedes darle forma a todos los libros que lees" y entonces me hizo lamer mi propia sangre desparramada sobre el suelo. Luego me cogió del pelo y susurró, sus labios rozando los mios, su aliento en mi nuca, si todavía le amaba. No respondí nada, creo que todo me dolia demasiado, puede que me faltase algún diente y entonces preguntó si todavía les odiaba. Todo sería más fácil si hablases, dijo, y me hizo tumbarme boca arriba sobre el suelo y ya toda mi ropa estaba cubierta de sangre y pensé en cómo iba a sacar todas esas manchas y él me leyó el pensamiento y dijo "tendrás que frotar para limpiar toda tu mierda aunque sabes que sería más fácil si hablases" Le pedí un cigarrillo y me lo concedió sin rechistar aunque pude fumarmelo a duras penas. Tosía, escupía sangre, volvía a toser. "Buena chica, dijo, por hoy es suficiente". Fué a la cocina y llenó una taza de agua del grifo. Se mojó las llemas de los dedos y las pasó por mis labios cortados mientras se teñian de rojo. Luego me dió de beber. Leyó en mis ojos que todavía no estaba lista y replicó de nuevo que por hoy era suficiente. "Mañana no volveré, dijo, vas a tener que apañartelas sola durante unos días". "Ni siquiera piensas quedarte esta noche", le respondí y el jodido cabrón se rió a carcajadas. Para entonces yo debía encontrarme bastante mejor porque quise apagar el cigarrillo en su cuello pero él me paró justo a tiempo repitiendo "buena chica" Bebió agua de la taza y luego fue arrastrando sus alas de angel hasta la bañera para abrir el grifo de agua caliente y dejar que el agua corriese. Había venido para cuidar de mi. Es exactamente lo que hacen nuestros ángeles de la guarda.
- No esoy aquí para hablar más- dijo mientras colocaba otro cigarro en mi boca, -límpiate esa cara, chiquilla, los artistas no pueden permanecer frente a su obra demasiado tiempo sin llorar-
-Seremos dos entonces
- Y que hay de todos ellos
- Ya no sé nada de todos ellos
- Y crees que se ha acabado, pero todavía sigo volviendo
- Yo no te he pedido que vuelvas
- Tú siempre has sido una niña orgullosa y yo no necesito que me llamen para aparecer. Me sigues dando trabajo pero no estoy aquí para preguntarte cómo te sientes
Cuando se marchó puse algo de música y me di un baño. Curé todas mis(sus) heridas con alcohol a palo seco. Limpié el salón y tiré toda mi ropa al cesto de la ropa sucia. Semi desnuda y con el calefactor que él había dejado encendido al irse muy cerca de mi cuerpo, dispuse la cocina de tal modo que quién llegase pudiese pensar que esa noche había cenado el más delicisoso de los manjares. Después me preparé leche con cola cao calentísima y tomé una madalena blanda. No pude apenas tragar pero disfruté de ambas cosas. Cepillé mis dientes como buenamente pude y pensé en hacer una llamada pero luego advertí que no tenía ganas de hablar de nada de esto ni de aquello y que sólo me apetecía acostarme sin ni siquiera leer. Escuché la puerta y cerré la mía tras el saludo de rigor. Cerré los ojos tarareando la canción del baúl de los recuerdos y después supongo que tarareé algo de dylan o de neil young o de sam cooke o de John.
-Buenas noches- creí oirle decir mientras me escondía debajo de las sábanas- buena chica.

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